martes, 12 de agosto de 2008

12 de agosto

Rentar una casa amueblada tiene sus ventajas obvias: no hacer una inversión insensata cuando uno sólo vivirá aquí por un año. Pero también tiene algunas desventajas: por ejemplo, el asiento del escusado.
Por una razón de diseño, que hace que el asiento sea completamente circular y no con una abertura al frente y que por lo tanto que todo el mueble mismo sea circular y no oval, dificulta ciertas operaciones, en particular cuando estas son simultáneas.
Pero ese no es el único problema. La cama es otro. Suelo dormir sobre camas duras. Pero esta no solo es blanda, sino que se inclina hacia los lados, cuando uno se desplaza hacia uno de ellos. Además, produce sonidos quejumbrosos todo el tiempo. Te puede imaginar entonces que dormir se ha vuelto un trabajo sobre todo de paciencia. Te acomodas, buscando quedar lo más centrado posible sin chocar contra tu mujer. Y luego, cualquier desplazamiento hacia el exterior o, incluso una vuelta simple para acomodar la cabeza del otro lado, tendrás que hacerla con mucho cuidado y una precisión milimétrica. De lo contrario, te verás precipitado hacia abajo, en medio de los más sonoros crujidos. Esto mismo, claro, hace difíciles otros ejercicios que tienen como territorio la cama, y que hemos tenido que mudar al suelo para no alertar demasiado a quienes viven a nuestro alrededor.
Si, son quejas de una cotidianidad que está comenzando a volverse rutinaria. Es difícil que no sea así. La emoción de los primeros días comienza a desvanecerse y lo que queda en realidad, es el paso de los días con una cierta regularidad en la costumbres. El ir a algunos espectáculos, los viajes a las afueras o a otras ciudades, todavía están en proceso de logística y de estudio: costo, horas de desplazamiento mejores opciones.
Y mientras eso sucede, las rutas son más o menos siempre las mismas. A Brown, a las escuelas de los niños, al centro. Todo caminando. Un desplazamiento lento que no permite ir demasiado lejos, y conocer muchos más espacios -aunque tampoco, hay que confesarlo, hay demasiado que conocer. De modo que las acciones se concentran en casa: la televisión y la visita a los superes (aunque ayer hice el primero por Internet sumándome a la ola iniciada por mis hijos de comprarlo todo por esa vía). Pero a propósito de los súperes, pero también, en general, de cualquier compra, he comprendido, en menos de tres semanas, la forma en que aquí la vida se acomoda en parte buscando rebajas: hay quien, por ejemplo, visita distintos súperes, con los folletos respectivos, sólo para comprar las ofertas del momento. Ofertas que a veces son sorprendentes, porque el precio de un producto baja, por un par de días, a menos de la mitad de su precio regular. Y la lógica es implacable: hay que buscar primero qué esta de descuento, dónde se ofrece una oportunidad. El tiempo invertido en ello, te salvará tres, cuatro, diez dólares al fina…. Y así es, al menos, con casi todo. Como si subsistiera aquí una cultura de la frugalidad, sumergida en medio de una cultura del consumo, que por ello mismo, no es, sin embargo, una cultura del derroche. Se puede ser fastuoso, pero difícilmente despilfarrador.
Solo así me explico –aunque sigo sin entenderlo- que no obstante no trasmitir en vivo la inauguración de las olimpiadas, la cobertura de los juegos olímpicos sea, simple y llanamente, perfecta. Y no me refiero a la transmisión continua, y en vivo, de las 10 de la noche a las 12 de la noche del día siguiente de los juegos, sino que si uno entra al sitio de la televisora que los trasmite, la NBC, uno pude, al fin, tener lo que desde hace más de cuatro años imaginábamos ya con Internet: acceso en vivo a la transmisión directa, sin locutores, pero con sonido ambiental, de todos y cada uno de los deportes de los juegos olímpicos. Yo, que he estado siguiendo por Internet los eventos de esgrima, me sorprendo de poder escoger incluso entre los tres o cuatro combates que hay simultáneamente. Y eso sin decir nada de todos los partidos del voleibol femenil, que además puedes seguir viendo en repetición.