
No es la primera persona que me lo dice. Hace no mucho, mi hermana me dijo exactamente lo mismo: "Se respira un aire de preocupación en casi todos".
Una parte fundamental de las crisis económicas consiste en que no sólo se trata de afrontar hechos graves en sí mismos, sino que éstos afectan precisamente las expectativas que tenemos del futuro. Si no vuelven a estas completamente pesimistas, sí las torna claramente inciertas. Las crisis pues, son también un estado de ánimo. Y en ese estado hay quien actúa con verdadero pánico o sólo con una cierta preocupación.
En Estados Unidos, por ejemplo, una universidad, Brandeis, ha puesta a la venta su museo de arte, del que se propone subastar todas las obras de su colección para, dice, poder sobrevivir académicamente. La decisión, por supuesto, ha ocasionado toda clase de reacciones.
Otros, con menos dramatismo, hacen cálculos, como la Universidad de Brown que debe recordar en unos 4 millones de dólares (unos 60 millones de pesos) su presupuesto para este año, y 60 millones para lo presupuestado para el año escolar del 2014, suspendiendo algunas obras, dejando de contratar algunos profesores y eliminando algunos servicios y algunas posiciones.
El día de hoy, un nuevo correo de la presidenta Ruth Simmons de Brown, dice:
The sense of the Budget and Finance Committee and the Corporation, which includes members with deep expertise and knowledge of a variety of asset categories, is that those assumptions were too optimistic. As a result, our revenue assumptions for next year and beyond must be adjusted downward.
Optimistas en proceso de desengaño o pesimistas que apuestan todo a una medida desesperada, son los dos extremos con que la academia -aunque no sólo- está viviendo aquí esta crisis.
Sobreviviente de las ya innumerables crisis o, mejor, del estado de crisis permanente que México vive desde hace más de 27 años, (lo que es equivalente a toda mi vida laboral), me llaman la atención estas reacciones extremas, contrastantes, que parecen sorprenderse de que no todo siga igual, cuando en mi caso eso es exactamente. Como me decía un amigo bosnio, con una sonrisa cómplice, qué puede ser peor que lo que ya está de la chingada.