domingo, 30 de noviembre de 2008

Nieve

Hoy nieva por primera vez. Es una lluvia ligera, apenas perceptible, que va cubriendo todas las cosas como con un sutil polvo blanco. A penas se nota. Pero si te fijas bien, todo parece haber palidecido.
Sé que es nieve porque se acumula en las cornisas de las casas, de donde no resbala tan fácilmente como la lluvia. Y eso crea el efecto de enmarcar los techos de las casas, con frágiles marcos blancos. Es un hermoso remate a un fin de semana largo de pereza absoluta. Una razón para permanecer en casa, metido en la cama con un libro, o frente a la tele con el café en la mano; o a lo más, dejando transcurrir las horas del ocio frente a la pantalla de la computadora, mirando de vez en vez a la ventana.
Noto sin embargo, que la nieve no es melancólica como la lluvia. No como la que el martes me condujo a un café en Charles Ave. en Boston para revelarme que algunas almas pertenecen a ciertos lugares, donde son más ellas mismas. Porque la nieve tiene más la forma de un prisión que el irremediable azar que trae consigo la lluvia.