viernes, 22 de agosto de 2008

22 de agosto


No he escrito nada esta semana. Así que es posible imaginar que han pasado muchas cosas o que no ha pasado nada. Y la respuesta es esta última. Ha sido una semana de rutina con los consecuentes sube y baja de la histeria. No han faltado ni las dudas (por qué escribo un blog, por qué tengo una página, por qué no soy premio nobel, qué he venido ha hacer aquí, todos parecen Michael Phelps, esto está empezando a gustar, que, y si luego no quiero regresar, tengo comezón en los pies y otra bolita en la panza… ), ni la pereza, a la que invita este lugar en que la calle no es particularmente un espacio público muy concurrido. Quiero decir, no hay manifestaciones, ni tumultos, ni crisis de tráfico (me pregunto si eso también comenzará con las clases).
Cierto que esta semana se ven más personas y he comenzado a conocer a más miembros del departamento de italiano, a Suzanne, a dos posgraduate students cuyo nombre no recuerdo y alguen más que no entendí que función cumplía. Creo que no lo he dicho, pero el departamento es chiquito (como casi todo aquí excepto la biblioteca) y se encuentra en una hermosa casa sobre el 190 de Hope Street, en la que todos caben. No he hecho la cuenta, pero no parecen ser más de 20 con todo y alumnos.
De cualquier modo, he dedicado la mañana a escribir, y la tarde (la cosa de las comida sigue siendo algo difícil todavía de coordinar) a ver UFO, una serie de televisión de los años 70, hecha por el mismo creador de los Thunderbirds (un clásico también de la televisión hecho con marionetas).
No lo recordaba, pero la hipótesis central de la serie es que los alienígenas vienen de una galaxia en decadencia a robarse los órganos de los humanos para sustituir los suyos dañados. Solo ahora que lo veo comprendo perfectamente porqué un fanático de los Thunderbirds como yo era también fanático de esta serie que pasaba Canal 5 los domingos por la noche (me parece): son exactamente lo mismo.
Termino el día con los juegos olímpicos. Particularmente con el segmento Chevy Gold medal, donde he visto las pruebas de pista y campo que no se transmiten aquí en vivo, sino sólo en repetición en Prime Time, igualito que la ceremonia de apertura de los juegos. Pero ya me resigné y me estoy acostumbrando, el en vivo no es una categoría que valga aquí tanto como, por ejemplo, en Mexico. Por cierto que el otro día hice una excepción para ver el juego de la selección por rojadirecta.com, con narración de la televisión hondureña. Toda una lección cultural, en más de un sentido. El momento estelar cuando, tras la expulsión de un jugador hondureño, el comentarista dice: "Ahora hay diez carachos contra nueve mexicanos, un brasileño y un argentino"...
Espero mañana ir a Newport con la cámara, y contar y mostrar algo más que la rutina televisiva a la que me estoy sometiendo.
Por cierto, hay dos anuncios que valen la pena comentar, ya así, como de pasada y al terminar: uno está hecho de imagenes de la infancia de los Eli y Pyton Manning con una canción en que cada uno le dice al otro que es mejo en el juego. Luego claro, se promociona la liga, que comienza el 4 de septiembre.
El otro es un anuncio promocional de un medicamento contra la depresión. Es bonito, son 30 segundos de las bondades de la medicina, y 30 segundos de todos sus efectos secundarios. Al final, parece que uno tiene que elegir entre la felicidad y la disfunción eréctil.

domingo, 17 de agosto de 2008

17 de agosto

Al fin vimos el mar. Tomamos el autobús 60 que sale de Kennedy Plaza en el centro de Providence y que llega a Newport una hora y veinticinco minutos después. A lo largo del recorrido es posible hacerse una idea, aunque sea vaga, de las distintas penínsulas que conforman el brevísimo estado de Rhode Island y que le dan un contorno geográfico peculiar: lleno de salientes de tierra y entradas de mar que van serpenteando desde Providence hasta el mar abierto.
Dos y hasta tres veces cruzamos el mar salpicado de veleros y de lanchas a motor, por puentes tan largos comos estrechos. Y recorrimos poblados históricos como Warren y Bristol, que presumen en todo momento de su antigüedad, porque muchas de estas pequeñas ciudades son de las primeras en ser fundadas por los colonizadores ingleses.

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Newport no es, por supuesto la excepción. Ciudad pequeña, conformada sobre todo por una sucesión interminable de puertos que le dan la espalda al mar para adentrase en enorme bahía que llega hasta Providence, presume de cualquier cantidad de primogenituras, ninguna realmente relevante, pero que forman parte de la identidad singular de esta ciudad turística. Un motivo, si se quiere pequeño, para estar aquí. Al final, el problema es el mismo que en otras partes de Nueva Inglaterra: los edificios históricos –casas, mansiones, jardines- no son tan viejos, y están conservados en unas condiciones tan envidiables, que con dificultad se distinguen de las formas más resientes, apenas por alguna extravagancia, que por supuesto, se empeñan en destacar.
Newport es como toda ciudad veraniega, un espacio de mansiones de dimensiones insensatas del siglo XIX. Y se respira ahí un aire singular de corte inglesa. Aquí se encuentra la iglesia en la que John F. Kennedy contrajo matrimonio con Jacqueline, los primeros campos de tenis sobre pasto del país … pero sobre todo, lo que hay son restaurantes y heladerías, y un vaivén infinito de veleros sobre los embarcaderos, que son la razón principal y la atracción más importantes para los naturales de estas tierras.
Venimos aquí un día después de cenar con Bobbi y con Tom. Cuya amabilidad y cortesía rebasan me sorprenden cada vez más. El es jubilado con un título laboral que no logré retener pero que es una suerte de psicólogo que trabajó dando terapia Psicológica a personas de bajos recursos y a personas encarceladas. Ella en cambio, es sobre todo voluntaria que trabaja con los inmigrantes. En algún momento de su viva vivió en Ecuador como parte de una misión médica.
Viven con lo justo. Contando cada dólar invertido y valorándolo. Conscientes como muchos otros en el vecindario, de la inflación inusual que hay ahora en los Estados Unidos: 5.6 si se considera anualizada para julio. Y de las mayores dificultades para conseguir trabajo. De cualquier manera, a sus más de 65 años, ambos están buscando trabajo con el mismo espíritu que si tuvieran 20… la vida en realidad no se acaba.
Terminamos jugando “tren mexicano”, como se llama aquí a lo que en México conocemos como “dominó cubano”. Y la velada, entretenida espléndida, tras una tarde espectacular: con un cielo azul, una brisa suave que apenas se dejaba sentir refrescante, me hizo olvidar que existe Michael Phelps, que a puesto los raiting de las Olimpiadas en el lugar más alto en Estados Unidos, desde las olimpiadas de Atlanta.