martes, 18 de noviembre de 2008

Clases


El Departamento de Italiano ocupa, en Brown, una casona del siglo pasado en la esquina de Hope y Waterman. Tiene tres pisos, muchas habitaciones y dos extrañas escaleras. Una que desciende largamente sobre la puerta principal, y otra que sube en varios tramos dentro de un cubo y acaba (o comienza) en la puerta que da al estacionamiento.
De las habitaciones, unas son "cubículos" de profesores y de estudiantes de posgrado, y otros son salones de clase. En la primera planta está el Departamento de Alemán, que ocupa algunos cuatros más en el primer y el segundo piso. Hay un par de salónes grandes en esa misma primera planta que comparten los dos departamentos, y otra en el primer piso que también es compartido. En el tercero está el espacio de los estudiantes, donde esta un escaner envidiable del que uno puede hacer uso casi libremente (en el momento en que nadie más lo está usando).
Massimo Riva imparte una clase a los alumnos de posgrado los lunes de las 3 de la tarde a las 5:30 (como el lunch es entre doce y una, los horarios de clase son a las dos en adelante. Es una clase introductoria al estudio de la cultura italiana (así muy general) y me invitó a paricipar en ella, para hablar de mis proyectos de edición digital: la revista digital universitaria (que ya no edito... por razones de recorte de presupuesto), el proyecto Pico y la Biblioteca Digital del Pensamiento Novohispano que está naciendo.
El grupo está formado por 7 personas, de las cuales solo uno es hombre. Mauro. Italiano, interesado en el cine, nacido en Milán y con una novia del mismo lugar, que vive en Connecticut. Todo eso lo se por Roberto, que es el "veterano" de los posgraduados y una mina infinita para saber de los demás. El resto son chicas. Laura, Karina (que es de origen mexicno, pero nacida en Berkley y muy californiana), Helena y, me falla la memoria con el nombre de las restantes porque no comen en el Bunker, conmigo y con Roberto, y no ha habido tiempo de saber sobre ellas.
En cualquier caso, fueron dos sesiones. La primera hace una semana, la segunda apenas este último lunes. Las impartí en italiano, aunque terminé utilizando el lenguaje universal que es aquella que mezcla, sin pudor, el inglés, el italiano, el español, y da cabida, prácticamente a cualquier otra que venga por un instante a la memoria. En la primera compartí el espacio con Federica, una especialista en Carlo Emilio Gadda, que mantiene una revista sobre él, The Edinburgh Journal of Gadda Studies, apasionada, brillante, verdaderamente fascinante. En la segunda, trabajé solo con Massimo.
Por supuesto, siempre dar clases es fabuloso. Sobre todo si te gusta. Y más cuando llevas casi un semestre de ayuno. Mis impresiones, que son obviamente superficiales, es que me impacta el reducido número de alumnos. Era toda una generación. Las acusadas diferencias de edad: muy jóvenes unos más grande otros: entre los 24 y los 32 (los hay más grandes). Su relativo desinterés por los temas digitales (son usuarios avanzados, pero no curiosos del uso de la tecnología). El desequilibrio entre la ingenuidad de algunos y el rebuscamiento de otros. En realidad, la clase resultó contrastante con un par de seminarios de posgrado multidisciplinario a los que he asistido, en que el nivel de discusión es notable (por supuesto, a veces es tan notable que sólo es mamón), que me es difícil entender cómo está realmente articulado el progreso y el avance de los alumnos, de una clase relativamente accesible, a seminarios de mayor complicación.
En todo caso, hoy comiendo con Roberto y con Karina, salió al tema la presión sobre los alumnos y los profesores jóvenes, y cómo cada año hay un grupo de estudiantes que tiene que ser dado de baja porque, o tiene brake down -y acaba en el psicquiátrico- o renuncia para tener una vida razonablemente más feliz lejos de la academia. También hablamos de cómo parece común que los profesores jóvenes consuman estimulantes para poder aguantar la carga de trabajo y la presión de la competencia académica. Karina, que es una de las más jóvenes posgraduadas lo resumió así: el asunto es de carácter. Los débiles están mejor en otra parte.

Notas tontas:
Ahora entiendo por qué la nota del periódico de Brown decía que, a diferencia de sus pares, los alumnos de Brown tienen menos sexo...
El frío está cada día mas bravo. Ya duele salir de casa.