jueves, 30 de octubre de 2008

Baudelaire is allways right

Con esta frase definitiva, con la que no puedo sino estar completamente de acuerdo, Carlo Ginzburg respondió a una de las preguntas, tras la lectura de un texto sobre el cuadro La muerte de Matat de David. Lo que leyó no fue un texto concluido, sino preparatorio, y las opiniones en Brown, al día siguiente del evento, fueron en el sentido de que en esta ocasión Ginzburg no fue más allá de lo que ya se le conoce, y no ofreció al menos en su exposición inicial, nada que no se supiera, de un modo u de otro, sobre el cuadro y la tradición religiosa secular. Si hubo discusión y polémica, fue por su “atrevimiento” –frente a un auditorio de historiadores del arte, sobre todo- de querer atribuirle a David la influencia de un oscuro escultor rococó, del que se conserva un mausoleo en mármol en Roma, que vagamente recuerda a la posición de Marat retratado por David. Pasó a segundo plano en el debate, lo que para él era el asunto central de su exposición: cómo el contexto se vincula con la forma.

Y es que la sesión de preguntas y respuestas fue mejor, no sólo porque dejó ver el entusiasmo con que Guinzburg y de sus intereses, sino porque mostró algunas de las ideas y los temas que despertaron mayor entusiasmo. Yo me quedé, como puede verse, por la reverencia por Baudelaire.
A Máximo Riva –de quién apenas he hablado aquí, a pesar de que es el cómplice que ha conspirado conmigo para que yo esté en Nueva Inglaterra- le impresionó la forma en que Guinzburg ejemplificó como se debe abordar una obra, y a la mañana siguiente estaba preparando su clase, con la intención de que los alumnos repitieran el procedimiento de Guinzburg: buscar en los detalles del objeto, los elementos del contexto donde se inserta.
El fin de semana se adivina intenso: mañana Halloween, el sábado el museo de Artes de Boston, el domingo, la nueva Casita del Horror de los Simpson –donde, dicen, Homero intenta votar a Obama-, y el martes, las elecciones. Quizás el domingo, también, un Virtual Kennedy que está generando polémica. Así que ya habrá ocasión de escribir más.
Orgullo de papá: el equipo de futbol de Paolo ganó el campeonato interescolar.

domingo, 26 de octubre de 2008

Dólares


El jueves estaba a punto de dormirme. Eran cerca de las 11 de la noche, e iba al baño antes de acostarme. Al paso por el comedor, de la computadora salía la voz de mi suegra. Una vez más nos hacía saber cuanto ella tenía ella razón al decirnos que convirtiéramos los pesos en dólares y el poco caso que le habíamos hecho en eso como en otras cosas. Y, por supuesto, tenía razón: en dos semanas todo nos ha comenzado a costar 30% más y, dependiendo del día, un poco más. Yo paso la mañana viendo cómo caen las bolsas y sube el dólar, y me resigno ante esta nueva fatalidad. Utilizo las páginas financieras del New York Times: al levantarme veo las bolsas de Asia y las de Europa, al llegar a la biblioteca, las de América. Evito los periódicos mexicanos para no contaminarme del alarmismo, la desinformación y la sinrazón que los recorre. Parte de los síntomas de esos días es el haber recibido más de cinco correos con la cosa de Amero. Internet, la maliciosa ingenuidad, y una crisis que a veces no se ve dónde va a parar, trae estas cosas, que llega a los periódicos.
Esta vez no ha habido mucho con qué compensar la preocupación. Y el viernes soñé con mi padre (a quién operaban) y con mi tío (al que no saludaba en el sueño). Yo iba semidesnudo, más preocupado por la salud de mi padre que por mi atuendo, aunque luego, claro, me sentí incómodo. Disfruté encontrarlos en sueño, aunque sólo fuera para hacer más evidente mi inquietud.
Esta semana viene a Brown Carlo Ginzburg.