Termino la semana verdaderamente cansado. Ha sido la semana de mayor tensión y de mayor expectativa: dos reuniones de padres de familia de las escuelas de mis hijos, la entrada de Paolo a la escuela (todo un acontecimiento familiar que nos dejó exhaustos). Pero también la semana termina con buenas noticias: mis hijos están encantados con sus escuelas, que como muchas de las cosas que ocurren aquí, combinan la sensatez, con la buena hechura y se disfrutan de maravilla (sobre todo porque los temas más delicados, la sección de College, la preparación de los exámenes para ello, etcétera, no entran dentro de las preocupaciones de ninguno. Y en el caso de Paolo, bueno, en realidad, no hay nada más que pueda uno preocuparse.) Como ya dije antes, es difícil no acostumbrase a que las cosas sean sencillas y que sean posibles muchas cosas, con un nivel no muy alto de estrés.
Y eso te hace pensar. Yo me había dado cuenta, al viajar a España, pero ahora lo reafirmo con mucha mayor claridad. La diferencia en la calidad de vida entre vivir en México y vivir en Estados Unidos es abismal. Y no lo es sólo, como lo era antes, porque el nivel de consumo sea aquí increíblemente alto, y puedo uno ir a un super y elegir entre 57 tipos de quesos diferentes de todo el mundo, sino porque tienes la certeza de que el número de personas que piensan aprovecharse de ti o de tu situación, o de tu condición, es muy pequeño en relación con lo que ocurre en México. El taxista no quiere cobrarte siempre de más (como en todo, no falta quien), tampoco te secuestra, y la respuesta a la mayor parte de las solicitudes rara vez es un no, y con mucha frecuencia es, además de un sí, una oportunidad para hacer algo un poco mayor.
Y es que el problema de la inseguridad, y del deterioro general de las condiciones de vida en México, no se debe únicamente a los malos administradores, sino a una mengua en la calidad cívica de toda la sociedad. Hoy quizás, estamos viendo realmente hacia donde nos han llevado tantos años de miseria y de crisis y de autoritarismo.
En la convención democrática los temas fueron básicamente 4: seguro médico universal, mejora de las escuelas y la educación publica, liberación de Estados Unidos de la dependencia del petróleo del oriente medio y retorno del sueño americano. Esto último me ha llamado poderosamente la atención pues más allá del sentido propagandístico que tiene ese ideal idílico del sueño americano, la formulación es tal que siempre mira hacia delante: porque yo escucho sobre todo, y pienso, en la forma en que el discurso en México siempre es un discurso de deuda histórica, de resarcimiento por dificultades pasadas, de compensación y casi nunca de prosperidad. Y no entiendo por qué, mi país no puede proponerse una prosperidad.
Pero en fin, me he puesto demasiado serio y es que me duelen los pies de tanto caminar, y eso hace que uno se vuelva más rollero. Tal vez para no levantarse del asiento. A lo mejor.
La semana que entra comienza realmente la actividad en la universidad. Ya han amenazado con que vendrán los alumnos en grandes cantidades. Por lo pronto, hay una especie de desfile inagural, luego miles de recepciones y de fiestas. Yo, además, me he inscrito en un programa de walking fittnes… ya contaré de qué se trata.