Últimamente mis encuentros con los espejos no están siendo afortunados. No se cómo se me metió a la cabeza que paso por uno de esos momentos de la vida en que la relación entre la imagen que me he hecho de mi, y la que veo reflejada no siempre coinciden.
Con todo lo que se dice del miembro fantasma, que es aquel que se ha perdido, pero que el cerebro aun piensa que continua unido al cuerpo, me he acabado haciendo a la idea de que las metamorfosis de mi cuerpo, y no sólo las que se producen a corto plazo como el corte de pelo, el tamaño de la cintura, las ojeras, sino también las que se producen por el paso prolongado del tiempo, como las mutaciones propias de la edad, tardan mucho tiempo en ser asimiladas al retrato que de nosotros llevamos dentro, y que en mi caso, quedó fijo en un momento indefinido de mi vida, hace como 12 años.
Con este ingenuo razonamiento me explico que, de un tiempo para acá, el señor que veo aparece en el espejo me resulte más veces un probable conocido, que el viejo amigo de toda la vida. Estoy seguro que a ello ha colaborado el que en la casa haya demasiados espejos. Pues te obligan a tomar conciencia de esa desemejanza.
Aquí hay dos en la recámara, uno inmenso en el cuarto de estary uno en el baño. Por su ubicación, pero también por su forma y su cristal, ofrecen diversas imágenes de mi.
Hay uno pequeño en la recámara, detrás de la lámpara sobre el buró, que es mi favorito. Al menos el reflejo que alcanzo a ver ahí me parece el menos extraño, y el más cercano a la imagen romática que tengo de mi. El otro, el que está ligeramente inclinado, y sólo muestra el torso, me hace ver achaparado y quizás más ancho de lo que soy, o imagino ser, en realidad.
El del baño es como un burócrata que siempre muestra la misma imagen, sin demasiados compromisos, sólo que en este caso, reflejada con una tonalidad amarillenta, por la luz, que te hace ver con ictericia.
El del cuarto de estar es todo un reto, ahí es donde más a menudo aparece ese señor extraño que a veces pretende ser yo. Como es grande y puedes verte casi desde todas partes, te miras sentado, parado, acostado en el suelo, y puedes explorar toda clase de ángulos desde los que nunca antes te has visto. Muchas veces, por no decir que casi todas, ese, ese que aparece ahí, no soy yo.
Así, enfermo, extraño, maltrecho o conocido, los espejos me hacen recordar que la vida toda es una metamorfosis, y que los viajes, a veces como paréntesis en la existencia, nos hacen desemejantes y desconocidos a nosotros mismos.
Personne pour me prévenir que je me détruis
Hace 5 años