
La recepción fue la segunda de la semana y la más divertida. El miércoles por la tarde el presidente de la Universidad dio una recepción a la comunidad docente en su casa, sobre Presidente Street. Son peculiares estas ceremonias universitarias y no siempre de mi gusto. Se respira un aire vagamente aristocrático –Brown es, al final, una corporación con dinero- y hay un empeño en mostrar la cultura y el buen gusto de todos los asistentes, que por cierto suelen ser muy pagados de sí y no tiene reparo en
resaltarlo.
La del viernes, sin embargo, tuvo la suerte de que no sólo había profesores, sino también alumnos, y eso implica un poco menos de seriedad y arrogancia. Además los profesores de francés –más jóvenes en general que los de Hispánicas-, resultaron también más divertidos. Al final, me topé con dos mexicanos, un alumno de hispánicas y una maestra de español. No era el final perfecto, pero si fue, como supongo que es siempre, un encuentro pintoresco, cargado de ironías a la perfección, el orden y la disciplina de esta tierra protestante. Un motivo, pues, para alejar de uno los atavíos de la locura que, narra Lovercraft, habitaban el sótano de la casa, al otro lado del muro.
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