martes, 3 de febrero de 2009

Encuentro con espejos

Últimamente mis encuentros con los espejos no están siendo afortunados. No se cómo se me metió a la cabeza que paso por uno de esos momentos de la vida en que la relación entre la imagen que me he hecho de mi, y la que veo reflejada no siempre coinciden.
Con todo lo que se dice del miembro fantasma, que es aquel que se ha perdido, pero que el cerebro aun piensa que continua unido al cuerpo, me he acabado haciendo a la idea de que las metamorfosis de mi cuerpo, y no sólo las que se producen a corto plazo como el corte de pelo, el tamaño de la cintura, las ojeras, sino también las que se producen por el paso prolongado del tiempo, como las mutaciones propias de la edad, tardan mucho tiempo en ser asimiladas al retrato que de nosotros llevamos dentro, y que en mi caso, quedó fijo en un momento indefinido de mi vida, hace como 12 años.
Con este ingenuo razonamiento me explico que, de un tiempo para acá, el señor que veo aparece en el espejo me resulte más veces un probable conocido, que el viejo amigo de toda la vida. Estoy seguro que a ello ha colaborado el que en la casa haya demasiados espejos. Pues te obligan a tomar conciencia de esa desemejanza.
Aquí hay dos en la recámara, uno inmenso en el cuarto de estary uno en el baño. Por su ubicación, pero también por su forma y su cristal, ofrecen diversas imágenes de mi.
Hay uno pequeño en la recámara, detrás de la lámpara sobre el buró, que es mi favorito. Al menos el reflejo que alcanzo a ver ahí me parece el menos extraño, y el más cercano a la imagen romática que tengo de mi. El otro, el que está ligeramente inclinado, y sólo muestra el torso, me hace ver achaparado y quizás más ancho de lo que soy, o imagino ser, en realidad.
El del baño es como un burócrata que siempre muestra la misma imagen, sin demasiados compromisos, sólo que en este caso, reflejada con una tonalidad amarillenta, por la luz, que te hace ver con ictericia.
El del cuarto de estar es todo un reto, ahí es donde más a menudo aparece ese señor extraño que a veces pretende ser yo. Como es grande y puedes verte casi desde todas partes, te miras sentado, parado, acostado en el suelo, y puedes explorar toda clase de ángulos desde los que nunca antes te has visto. Muchas veces, por no decir que casi todas, ese, ese que aparece ahí, no soy yo.
Así, enfermo, extraño, maltrecho o conocido, los espejos me hacen recordar que la vida toda es una metamorfosis, y que los viajes, a veces como paréntesis en la existencia, nos hacen desemejantes y desconocidos a nosotros mismos.

6 comentarios:

Gdelártico dijo...

Pues la vida entera es movimiento y es cierto que la mayor parte de los días parece que siempre te encuentras con el mismo tú de siempre hasta que reparas en la imagen de enfrente a veces cambada, distinta a la que te apegas. Encontrarte con ese otro sorprende y algunas ocasiones te parece un desconocido, pero creo, que siempre es gratificante la acción de cambiar, porque al cambio físico de la materia siempre lo antece una trasformación interior. Y este hecho siempre te hace creer en la famosa frase "la materia no se crea ni se destruye simplemente se trasforma" lo que te hace pensar, optimistamente, en que en cierta forma, llevamos algo de inmortalidad en el ser.
Saludos.

Ernesto dijo...

Estos son de los comentarios optimistas que me hacen reconciliar con la vida, o con el cambio.

Itzel dijo...

Hay un cuento titulado "En familia" no recuerdo el autor. Habla de un espejo liminal, a él se mudan los que mueren. Cuando la familia nota que del otro lado del espejo están sus amados difuntos, deciden llevarlo al comedor para departir alegres. Cada quien tiene su propia comida y todo marcha bien, hasta que un día un travieso reflejo le pasa la ensalada a un vivo y éste, descuidado, la come. El espejo de tu estancia me recordó todo esto, pues hay formas en los espejos que sólo a ellos pertenecen y que reclaman a quien se mira demasiado en ellas.

. dijo...

Como el el espejo de Borges; Que mira lo que fue, y lo que nunca ha sido, y no sera jamas en este espacio.

Lienzo dijo...

¿Y por dentro cómo te sientes? ¿Te sientes como el que eras hace 12 años?
Uno deja de ser por fuera aquel que uno cree, claro y la imagen interna no coincide ¿pero será que a veces creemos incluso ser por dentro alguien que ya no somos? ¿Qué pasa cuando de plano no coincidimos ni por dentro, ni por fuera, ni con lo que los otros ven? ¿Qué pasa cuando tu eres otro?...
A veces uno permanece dónde uno ya no está, claro, si aceptamos que el tiempo puede sobrepasarnos.... besos!

la chica bipolar dijo...

Ovis:
Algo de tu brillo debe traspasar la máscara que el tiempo ha decidido ponerte ahora.
Será porque lo que hace tantos años (presumiré que en mi caso ya 10) dejaste impreso en nuestros ojos, no era la figura delgada que hablaba de la fe y José José mientras se acomodaba los pantalones porque le quedaban demasiado holgados. Era otra cosa Ovis, otra cosa que no se refleja en los espejos.
(Y que quizás se parece más a la voz hertziana que dejó su fantasma todavía impreso en mi memoria)

la enlutada chica bipolar (perdió a su gato, y grande tristeza es para ella)