domingo, 1 de febrero de 2009

Ficino


Ayer soñé que recibía una invitación de Vanesa para visitar Ficino.
Al instante estoy delante de un enorme edificio corporativo en un imponente centro corporativo. No era Santa Fe, quiero imaginar que es en Los Angeles. Después de pasar por la recepción llego al elevador y subo en él. Es esférico, como ciertos habitáculos en los juegos de las ferias futuristas, y uno va sentado. El enorme edificio solo tiene tres pisos el primero es Pico, el segundo es Ficino, el tercero es Platón. El elevador no sube en línea recta, lo hace en espiral. Hay una sensación de angustia de quedar atrapado al ver los muros del túnel conforme vamos avanzando. Se detiene en Pico, luego en Ficino, trato un poco de encontrar la puerta de salida que está disimulada detrás de una columna. Del otro lado hay una inmensa recepción de techos inusualmente altos. Está alfombrada de rojo, parece un palacio interminable. Un recepcionista, vestido como un cupido del renacimiento me lleva hacia Vanesa. El lugar va tornándose increíble. Modelos masculinos y femeninos están probándose ropa de una misma marca, el lugar es el corporativo de Ficino, Armani (?). Me dejan con Vanesa sino en un lugar indefinido. Deambulo viendo extraordinarios cuerpos en distintos momentos del proceso de vestirse o desvestirse. En todo el espacio no hay muebles, salvo unas bancas como sillones, colocadas aquí y allá, y unas mesas altas de cristal, que sirven para depositar la ropa. Después de un rato regreso a donde me había dejado el cupido, y finalmente encuentro a Vanesa. Ella me explica: estoy ahí invitado para ser objeto de una extraordinaria oferta: si dejo que en mis manos inserten el logotipo de la empresa, que es como la de Levys, a cambio me darán ropa exclusiva. Esa es la razón por la que estamos todos ahí. El logotipo, que veo en las manos de alguien que pasa, está formado por chapas relucientes que han sido engrapadas a la mano. Luego levanto la cabeza y veo a más hombres vestidos con esos trajes extraordinarios de alta costura y un poco de fantasía. Pregunto por las condiciones del contrato: ¿me vestirán así toda la vida o solo es por una vez? Y lo de las manos, ¿Cuánto tiempo durará?
Poco después le muestro a mi mujer a quien creo que es Brad Pitt o Viggo Mortensen, vestir maravillosamente un traje de esos, y le digo: ves, no son ellos, es el traje…

1 comentario:

la chica bipolar dijo...

Más allá de la clara relación entre la academia y el poder, todo lo demás suena demasiado a la historia de una negociación por la venta del alma.
No sé: me acordé también de Meryl Streep y "the devils wears Prada"

La cinéfila chica Bipolar