martes, 10 de febrero de 2009

Memorias

Hay una cierta relación entre la transformación y la memoria. Digamos que no ocurre una sin la otra, y que no hay tránsito, iniciación o metamorfosis en que no esté presente una reconfiguración de la memoria. Inventarse de nuevo es necesariamente recorrer el pasado en otra dirección. Volver a andar el camino pero con un nuevo destino. Es como si, quiero pensar, aquellos eventos a los que yo atribuía este o aquel rasgo de mi carácter, ahora pasaran a explicar otro distinto, o a confluir en una expresión inédita de mi persona. Descubro pues en este, en que apenas me reconozco, a aquel del que casi me había olvidado.
Lo que es interesante es observar que las mutaciones nunca son evidentes a simple vista. Tarda uno mucho en darse cuenta, incluso cuando son o quieren ser voluntarias, y es mas lento y peor cuando como en mi caso, simplemente se te has dejado arrastrar por una. La cosa es que esos cambios son, las más de las veces imprevisibles y te hacen querer insospechadamente, las cosas más increíbles.
Sí, me gustaría poder hacer aquí un recuento preciso de los cambios, pero solo puedo dar constancia de mi permanente rememorizar. ¿En qué punto esos recuerdos comenzaron a aparecer con bajo otra luz, con otros colores? ¿En qué momento, de hecho, comenzaron a aflorar? ¿Cuál es el disparador, cuál la fuente inagotable de su exitación?
Me sorprendo todos los días encontrandome con nuevos recuerdos. Hechos, personas, momentos con los que no me cruzaba desde hace tiempo. Sé que el lugar lo posibilita: estar aquí libera de las ataduras más inmediatas y recientes, libera en realidad, de "el lugar" que es en mucho el repositorio más firme de la memoria. Lo hace sin sustituirlo aun por completo. La previsión de un "regreso" hace que uno sea especialmente avaro con depositar demasiados acoteceres en este espacio temporal y físico. Y todo eso deja libre a la memoria para recurrir a los fantasmas que no suelen manifestarse, a los rostros, las emociones, las inquietudes, que alguna vez te constituyeron. Y ahora son, o comienzan a ser otros rostros, y tienen otra luz, algunos parece que se evaporan, otros serán los que te hagan ser quizás diverso, distinto. Semejante y desemjante. No puedo ser más explícito, tampoco tiene caso. De pronto un nudo en la garganta... la tristeza, la nostalgia, la esperanza.

2 comentarios:

Gdelártico dijo...

Pues creo que la memoria es parecida al Uroboros, es como el núcleo conceptual de nuestra propia existencia; está ligada a nuestro cuerpo y a nuestro espíritu y a través de ella somos. Rememorar implica siempre algo más que encontrarse con los recuerdos y los recuerdos siempre son más que simples acontecimientos. En el encuentro frontal con el pasado se olvida un poco aquella evación que la cuesta de todos los días provoca un nuestro ser y en nuestra alma, ya que muchas veces vivimos como llevados más por el impulso o el automatismo que por la reflexión de nuestras decisiones.
La memoria es, creo yo, como una herencia personal que nos invita a volver a todo aquello que ya no está y siempre resulta gratificante echar un vistazo al enorme ramaje de experiencias, que buenas o malas, siempre participan en la trasmutación de nuestro ser.

Itzel dijo...

Gran parte de lo que llamo memoria son inventos o en todo caso, ediciones. Formas y voces que, bien sé, no fueron tan bellas o terribles como decidí registrarlas y que sin embargo me definen más que los hechos.
Los viajes, retiros, expediciones, caminatas, son momentos para revisar la narración de nuestra historia, reir y asombrarse con sus maravillas, llorar con sus tragedias y borrar todo lo que ya no queremos contar.
Entiendo un poco más por qué el roman evoca tanto a la vida, sus fin es el gozo en la belleza ¿y por qué no habría de ser éste el fin de aquélla?